sábado, 4 de abril de 2009

POR QUE RAZON DEBERIAMOS OCUPARNOS DEL CUIDADO DEL OTRO



     Porque la fragmentación  social, la soledad, el aislamiento, la desconfianza mutua, son causa de enfermedad y sufrimiento. Porque lo que le pasa al otro nos pasa a cada uno, y solo una sociedad con sus lazos sociales fuertes puede velar por el bienestar de todos sus integrantes.
     Nuestro país ha conocido tiempos de “no te metás” “por algo habrá sido”, tiempos de exacerbado individualismo que nos llevaron, parafraseando a Bertold Bretch, a reaccionar cuando ya era demasiado tarde y el propio desempleo, la propia desaparición, la inundación de la propia casa, eran irremediables.
     El  TC permite trabajar con el otro, construir desde lo colectivo, incluyendo, dando cobijo, pertenencia.
     Es un espacio micropolítico que favorece la reinserción social, el trabajo en equipo, la práctica comunitaria y de esta forma se constituye como un arma poderosa contra la cultura hegemónica según la cual solo se reconoce y valora el propio yo.
    La clave de este tipo de teatro es la masividad (grupos de un promedio de 80 vecinos actores, que en algunos casos superan los 200). Este tipo de teatro no es de un artista, sino que es un hecho colectivo que debe hacerse con otros. Sus integrantes descubren que su individualidad crece con el otro y que lo colectivo se enriquece con el aporte de cada individualidad.
   Cada grupo pone sus propias reglas de convivencia, tolerancia y funcionamiento ya que se conforman grupos humano numerosos y heterogéneos, en los que debe primar el respeto por el otro.
     El cuidado por el otro está también manifestado en que cada cual pone a disposición del grupo su “gracia”, lo interesante que cada vecino trae consigo y que muchas veces desconoce hasta que logra potenciarse en el grupo. No se delegan roles hasta que los integrantes estén en condiciones de asumirlos, no se expone a una dificultad actoral que puede resultar frustrante sino que en el trabajo y la capacitación cada integrante vá a encontrando nuevas aptitudes y potencialidades.
     Es la fiesta de todos, ceremonia de disfrute. Compañía, en el viejo sentido de compartir el pan. Recupera el sentido original del teatro, su carácter popular y festivo, de elaboración y catarsis también. A través de la risa, la lágrima, el aplauso, se produce la identificación del problema, se toma conciencia y actuá en consecuencia.

     La esencia del convivir, el intercambio de ida y vuelta entre vecino-actor y vecino-espectador se concretiza, muchas veces, en que los segundos pasan a sumarse al lugar de los primeros.
     Los vecinos-actores realizan una práctica transformadora, el compromiso de ensayar, crear una obra, hacer funciones, colaborar con los aspectos técnicos y con las tareas organizativas, desarrollar la capacidad creadora implica una transformación personal y social, porque cada uno se valoriza a si mismo y al trabajo del otro y redunda en ver cómo transformar la comunidad de la que forma parte. La transformación empieza en el grupo pero se contagia a la casa, los amigos, el trabajo, a su vida cotidiana, y a partir de allí a toda la comunidad.
      Sintetizando, en palabras de Ricardo Talento, uno de los fundadores del TC: “Si todo ser humano se convirtiese en una potencialidad creativa no se permitiría, seguramente, este mundo absurdo en el que vivimos” .. Este mundo en que lo habitual es cuidarnos unos de los otros, desconfiando, un mundo en el cual proyectos como este todavía nos parecen un milagro.

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